Relax

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viernes, 30 de diciembre de 2011

FLORES





Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto?.. Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.

- ¡Pues, vive como las flores!, advirtió el maestro.

- Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo.

- Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.

Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.

Es posible angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse... Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien.

Ésto, es vivir como las flores.

domingo, 25 de diciembre de 2011

PALABRAS AL VIENTO





Malba Tahan ilustra los peligros de la palabra: una mujer tanto fue pregonando que su vecino era un ladrón, que el muchacho acabó preso. Días después, descubrieron que era inocente; lo soltaron y él procesó a la mujer.
-Hacer unos comentarios no es tan grave - dijo ella al juez.
-De acuerdo -respondió el magistrado- . Hoy, al regresar a su casa, escriba todo lo que habló mal sobre el joven, después pique el papel y vaya tirando los trocitos por el camino. Mañana vuelva para escuchar la sentencia.
La mujer obedeció y volvió al día siguiente.
-Está perdonada si me entrega los pedazos de papel que tiró ayer. En caso contrario, será condenada a un año de prisión- declaró el magistrado.
-Pero eso es imposible! ¡El viento ya ha dispersado todo!
-De la misma manera, un simple comentario puede ser esparcido por el viento, destruir el honor de un hombre y después es imposible arreglar el mal ya hecho.
Y envió a la mujer a la cárcel.

viernes, 23 de diciembre de 2011

EL DÍA Y LA NOCHE




"¿Día o noche?" Preguntó un maestro a sus discípulos para ver si sabrían decir cuándo acababa la noche y empezaba el día.

Uno de ellos dijo: "Cuando ves a un animal a distancia y puedes distinguir si es una vaca o un caballo".

"No", dijo el maestro.

Otro dijo: "Cuando miras un árbol a distancia y puedes distinguir si es un mango o un naranjo".

"Tampoco" dijo el maestro.

"Está bien", dijeron los discípulos, "dinos cuándo es".

A lo que el maestro respondió: "Cuando miras a un hombre al rostro y reconoces en él a tu hermano; cuando miras a la cara a una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora que sea, para ti... ¡aún es de noche!".

martes, 20 de diciembre de 2011

EL BAMBU




Un día decidí darme por vencido…
Fui al bosque para tener una última charla con Dios.
"Dios", le dije. "¿Podrías darme una buena razón
para no darme por vencido?"

Su respuesta me sorprendió…"
-Mira a tu alrededor", Él dijo.

"Ves el helecho y el bambú?"
"Sí", respondí.
"Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú,
las cuidé muy bien. Les di luz. Les di agua.

El helecho rápidamente creció.
Su verde brillante cubría el suelo.
Pero nada salió de la semilla de bambú.
Sin embargo no renuncié al bambú.
En el segundo año el helecho creció
más brillante y abundante
y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú.
-Pero no renuncié al bambú." Dijo Él.
"En el tercer año, aun nada brotó de la semilla de bambú.
Pero no renuncié" me dijo.

"En el cuarto año, nuevamente,
nada salió de la semilla de bambú.
"No renuncié" dijo.

"Luego en el quinto año
un pequeño brote salió de la tierra.
En comparación con el helecho
era aparentemente muy pequeño
e insignificante.

Pero sólo 6 meses después
el bambú creció a más de 100 pies de altura (20mts).
Se la había pasado cinco años echando raíces.
Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron
lo que necesitaba para sobrevivir.

"No le daría a ninguna de mis creaciones
un reto que no pudiera sobrellevar".

Él me dijo.
"¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando,
realmente has estado echando raíces?"
"No renunciaría al bambú. Nunca renunciaría a ti.
"No te compares con otros" me dijo.

"El bambú tenía un propósito diferente al del helecho,
sin embargo, ambos eran necesarios
y hacían del bosque un lugar hermoso".

"Tu tiempo vendrá" Dios me dijo. "¡Crecerás muy alto!"

"¿Qué tan alto debo crecer?" pregunté.
"¿Qué tan alto crecerá el bambú?" me preguntó en respuesta .
"¿Tan alto como pueda?" Indagué.

Nunca te arrepientas de un día en tu vida.
Los buenos días te dan felicidad.
Los malos días te dan experiencia

Ambos son esenciales para la vida. Continúa…

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EGO




Erase una vez....un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.
Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo.El ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante si era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.
Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estratagema.
Regresó de nuevo y dijo: "Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto".
El científico pegó un salto y gritó: "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?".
"Justamente aquí", respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo.
"Todo lo que hace falta para descubrir al 'ego' es una palabra de adulación o de crítica".

domingo, 11 de diciembre de 2011

EL GLOBO




Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse enla plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos deventa de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse.Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas.
Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estaba clarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora.
El primer niño gritó:-¡Mira mamá un globo!
Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo.
Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que una tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo.
Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos,consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas,tamaños y colores.
En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.
Había allí cerca un niño, que con dos lagrimones en los ojos,miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustiase hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.
-Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo tomara.
Pero el niño, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía.
Y el le contestó, en forma de pregunta:
-Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que subetan alto como los otros globos de colores?
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:
-Haz tu mismo la prueba. Sueltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.
Con ansiedad y esperanza, soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmentelo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita, le dijo con cariño:
-Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro.

lunes, 5 de diciembre de 2011

CAMBIOS





Los cambios siempre deben iniciarse en nuestro interior. Si conseguimos cambiar nuestra forma de ver el mundo, el mundo cambiara.

En relación con esta reflexión encontré un bonito cuento y contiene una bella lección....


Don Ramiro era un fabricante de muñecos. Desde pequeño le había gustado fabricar todo tipo de muñecos en diferentes materiales. Era un hombre muy hábil, pero muy egoísta, por esa razón no tenía amigos. No había querido casarse y aún menos tener hijos. Para él, siempre estaban primero sus necesidades que las de cualquier otra persona. Era avaro con sus empleados y no conocía la caridad.

No era un hombre querido, pero eso jamás le había importado. Desde joven, había vivido en la más absoluta soledad. Ya anciano, con el peso de los años y la soledad sobre sus espaldas, empezó a preguntarse por qué había llegado a esa edad con la única compañía de sus inanimados muñecos.

Pasaba el día pensando en qué era lo que había hecho mal, pero su mente acostumbrada a pensar primero en él, no le permitía darse cuenta que una vida de egoísmo se paga con la soledad más absoluta.

Una noche, el anciano estaba trabajando en lo que llamaba su “obra maestra”, un gran muñeco de madera a escala natural que, en rigor de verdad, mucho se le parecía.

El muñeco tenía un gesto adusto, una expresión poco simpática. Daba la impresión que estaba hecho para ahuyentar a los niños y no atraerlos.

Cansado de trabajar, se quedó dormido sobre el muñeco.

– Esta es mi oportunidad – Dijo su angelito de la guarda, que dicho sea de paso, tenía las alitas caídas por la tristeza de no haber podido cambiar el destino del anciano.

El ángel había tratado toda la vida ablandar el corazón de Don Ramiro, pero le había sido imposible. Parecía que el anciano poseía una fría roca, en lugar de un tibio corazón.

Viendo que el hombre estaba profundamente dormido y sin siquiera tocarlo, levantó al gran muñeco de madera y le dijo:

– Tu me vas a ayudar.

El angelito despertó al anciano, le guiñó un ojo y lo saludó afectuosamente.

Don Ramiro, no salía de su asombro. Supuso que estaba soñando, pero cuando el pícaro ángel le tiró de la oreja, se dio cuenta que lo que ocurría era real.

– ¡Mira que me has dado trabajo hombre! – Exclamó el ángel.

– ¡No puede ser, es imposible! – Exclamó el hombre.

– ¿Qué es lo que no puede ser? ¿Que tu ángel te de un tirón de orejas? Se que no es común, pero no me has dejado otra opción ¡Toda la vida tratando de ablandar esa roca que tienes por corazón!

– No entiendo, no entiendo – Decía Don Ramiro tomándose la cabeza y caminando hacia atrás.

– ¿Qué es lo que no entiendes? ¿Qué te haya tirado de la oreja o cómo llegaste a este punto tan triste de tu vida? Lo primero ya te lo expliqué, eres duro de entendederas. Ahora te explicaré lo realmente importante, siéntate.

El ángel intentó tomar la mano al anciano, quien la retiró como si hubiese tocado una brasa caliente.

– Yo puedo solo – Dijo molesto y se sentó dispuesto a escuchar, pero no de muy buena gana.

– Será mejor que te explique de modo que puedas entender.

Tomó la “obra maestra” que Don Ramiro estaba fabricando y dijo:

– Haremos de cuenta que éste eres tu. Cada parte de este muñeco te pertenece. Está armado como si fueses tu mismo y cobra vida. Veremos cómo se comporta.

– ¿Cómo pretendes que se comporte? No es más que un muñeco – Dijo enojado Don Ramiro.

– Veo que seguimos sin entender. Ya no es un muñeco, eres tu mismo y a través de él, voy a mostrarse qué te llevó a estar en la más absoluta soledad – Replicó el angelito.

El muñeco comenzó a moverse toscamente. Se parecía bastante al anciano en sus rasgos, pero sobre todo en su mirada: fría y hostil. Dio vuelta su cabeza de madera de un lado hacia el otro, mirando a los otros muñecos y se detuvo en Don Ramiro, quien no salía de su estupor.

Emocionado, por primera vez en su vida, el anciano quiso tomar la fría mano del muñeco, pero éste la retiró del mismo modo que él lo había hecho con el ángel momentos atrás.

El muñeco era su obra maestra, casi ese hijo que no había querido tener ¿cómo era posible entonces que se negara a tomar su mano?

Intentó acariciarle el cabello hecho con lana oscura y una vez más sintió el rechazo de su criatura.

– Es evidente que no quiere relacionarse contigo – Dijo el angelito – Déjalo, a ver si lo quiere hacer con todos los otros muñecos que tienes aquí.

El ángel movió su mano y el muñeco giró su cabeza mirando hacia las estanterías repletas. Lejos de caminar hacia sus iguales, se alejó a un rincón del taller y ahí se quedó sólo. Se apoyó contra la pared y fue cayendo hasta quedar sentado.

– Esta visto que está hecho a tu imagen y semejanza, no quiere relacionarse con nadie y terminará como tu, sólo y sin ser amado.

El anciano caminó hasta el rincón y una vez más lo quiso tomar de la mano para ayudarlo a levantarse.

– Yo puedo solo – Dijo el muñeco y se levantó por las suyas.

– No se a quién me recuerda – Dijo con cierta picardía el angelito – ¿Te das cuenta que actúa igual que tu? No quiere estar con nadie, no quiere que nadie lo toque. Terminará sus días solo, como tu lo estás y lo seguirás estando si no cambias de una buena vez.

– ¿Eso hice yo con el muñeco más hermoso de todos los que fabriqué? – Preguntó en voz alta y con lágrimas en los ojos el anciano.

– No – respondió el ángel muy serio esta vez – Eso hiciste contigo y con tu vida, que es mucho peor.

– ¿Puedes darle otro destino? No quiero que mi muñeco sea lo que es – Sollozó Don Ramiro,

– Imposible. Yo protejo hombres, no muñecos. Si hasta ahora no he podido cambiarte a ti, mal podría cambiar a esta criatura de madera. Aunque, a decir verdad, tu corazón es tan duro que tal vez sea más fácil cambiar el de este muñeco que el tuyo.

– Hazlo entonces, no quiero que sufra – Pidió el anciano.

– Imposible – Volvió a contestar el angelito- Hazlo tu, ya te dije, yo me encargo de ustedes los hombres y los hombres de sus criaturas y sus vidas. Empieza por cambiarle esa fea expresión que tiene. Nadie querrá comprarlo, los niños llorarán al verlo.

Y prosiguió:

– Imagina si tu sufres por la soledad de un muñeco de madera, cuánto más he sufrido yo por tu aislamiento y egoísmo. Creo que empiezas a entender. Te dejo para que puedas pensar, pero no te dejo solo, aunque tampoco me quieras a mi, yo siempre estaré contigo.

Dicho esto el ángel se esfumó.

El anciano quedó mirando al muñeco cuya efímera vida se esfumó, solo en su taller, como siempre había querido estar, rodeado nada más que de seres de madera, tela o cartón.

El haber visto reflejada la soledad en su criatura más amada y las palabras del ángel, lo hizo reflexionar sobre su propia vida.

Lo primero que hizo fue cambiar la expresión del muñeco, lo hizo sonriente y afable. Lo colocó en la vidriera y se quedó viendo cómo lo miraba la gente que pasaba. La reacción era diferente. Tomó entonces, todos y cada uno de los muñecos y les cambió la expresión a todos. Colocó los más que pudo también en la vidriera y vio, que la gente se acercaba aún más.

Decidió pararse en la puerta del comercio a ver qué pasaba.

Se detuvo una señora con su pequeño, quien miraba con gran entusiasmo los sonrientes muñecos, ahora mucho más atractivos. En un momento, el niño levantó su mirada y al ver el adusto gesto del anciano, rompió en llanto y se escondió en las polleras de su madre.

Don Ramiro se dio cuenta que no era suficiente con cambiar la expresión de los muñecos, debía cambiar él en primera instancia para revertir su soledad.

Y así lo hizo, remodeló su comercio, pinto caras alegres y por sobre todo se dibujó una sonrisa en su rostro y en su alma. Poco a poco la gente fue conociendo a otro Ramiro y lo empezó a querer.

El anciano jamás terminaría de agradecer a su angelito el bien que le había hecho. Un angelito que, dicho sea de paso, ahora tenía sus alitas bien erguidas y orgullosas.

(de Liana Castello)