Relax

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martes, 28 de febrero de 2012

EL VIEJO VIOLIN



Estaba maltratado y marcado de cicatrices, y aunque pensó que no valdría la pena malgastar tanto tiempo con el viejo violín, el subastador lo sostuvo en alto, sonriendo.
«¿Qué me ofrecéis, amigos?»—preguntó—.
«¿Quién quiere empezar las ofertas?».
«Un dólar, un dólar...»
y después, ¡dos! ¿Sólo dos?.
«Dos dólares, ¿quién me da tres?».
«Tres dólares, a la una; tres dólares, a las dos; a las...»

Pero no, desde el fondo del salón, un hombre de pelo gris Se adelantó a coger el arco y, después de sacudir el polvo del viejo instrumento y volver a tensarle las cuerdas, tocó una melodía tan dulce y tan pura como las canciones que cantan los ángeles.

Terminada la melodía, el subastador, en voz baja y grave, volvió a preguntar;
«¿Cuánto me ofrecéis por el viejo violín?»
Y levantó el violín y el arco.
«Mil dólares, ¿quién ofrece dos?,
¡Dos mil, a la una! ¿Quién ofrece tres?.
Tres mil, a la una; tres mil, a las dos, y tres mil;
a las tres, ¡adjudicado!», concluyó.

La gente aplaudía, aunque algunos lloraban:
«No entendemos bien qué fue lo que cambió su valor», preguntaban, y la respuesta fue rápida:
«El toque de una mano maestra».

De ese modo más de un hombre de vida desafinada, marcado por los golpes y cicatrices del destino, como al viejo violín, se lo ofertan barato a los indiferentes, por un plato de sopa, por un vaso de vino; y hecha la jugada, sigue su camino.
«Adjudicado» una vez, y «adjudicado» la segunda, «Adjudicado», y casi «está vendido».

Pero llega el "maestro", y la multitud estúpida jamás alcanza a entender del todo cuál es el valor de un alma, ni el cambio que opera el toque de la mano del "maestro".


sábado, 25 de febrero de 2012

VIVIR CON AMOR




En cierta ocasión le preguntaron a un gran erudito, lo siguiente:
¿Por qué existen personas que salen fácilmente de los problemas mas complicados, mientras que otros sufren por problemas muy pequeños y se ahogan en un vaso de agua?

El simplemente sonrió y contó una historia:

Se trataba de un sujeto que vivió amorosamente toda su vida. Cuando murió, todo el mundo decía que el iría al cielo, pues un hombre tan bondadoso solamente podría ir al Paraíso.
En aquella época la recepción en el cielo no funcionaba muy bien, y quien lo atendió, dio una ojeada rápida a las fichas de entrada, pero como no vio su nombre en la lista, le oriento para que pudiera llegar al infierno. Y como en el infierno nadie pedía identificación, ni invitación,(cualquiera que llegara era invitado a entrar), el sujeto entro y se quedo.
Algunos días después, Lucifer llego furioso a las puertas del Paraíso 
y le dijo a San Pedro:
Eso que me estas haciendo es puro terrorismo!!! Mandaste aquel sujeto al infierno y el me esta desmoralizando. Llego escuchando a las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas, abrazándolas y besándolas. El infierno no es lugar para eso, por favor trae a ese sujeto para acá.

Cuando el erudito termino de contar esta historia dijo:
“Vive con tanto amor en el corazón, que si por error vas a parar al infierno, el propio demonio te traerá de vuelta al Pararaiso

jueves, 16 de febrero de 2012

CUATRO VELAS





Esta es la historia de cuatro velas que lentamente se quemaban en una pequeña habitación. El lugar era tan silencioso que hasta se podía escuchar la conversación que mantenían entre ellas.
La primera de las velas dijo: YO SOY LA PAZ, pero lamentablemente las personas no consiguen mantenerme encendida. No sé cuánto tiempo más me mantendré iluminando hasta que me apague – fue terminar de decir eso y dejo de alumbrar.
La segunda dijo: YO ME LLAMO FE, lamentablemente mi llama es muy superflua. Son pocos los que quieren saber de mí, no encuentro sentido para permanecer encendida. Fue terminar de hablar y la suave brisa que corría por la habitación la apagó.
Muy triste la tercera de las velas dijo: YO SOY EL AMOR, no tengo más fuerza para seguir iluminando, nadie me aprecia y todos me hacen a un lado. La gente hasta se olvida de su círculo más cercano e incluso los que han recibido mucho de mí, me dan la espalda. Y sin más se apagó.
De pronto entro en la habitación un niño y al ver las tres velas apagadas dijo: ¿QUE ES ESTO? Por favor ustedes deben estar encendidas hasta el final – y se echo a llorar.
No tengas miedo – dijo la última de las velas que permanecía intacta – Mientras yo tenga fuego podremos encender a las demás. YO SOY LA ESPERANZA. El niño con los ojos todavía llorosos, tomo la vela y encendió a las demás.

jueves, 9 de febrero de 2012

RENUNCIA



Al llegar a mayor, y tras una larga vida hogareña con alegrías y sufrimientos cotidianos, unos esposos decidieron renunciar a la vida mundana y dedicar el resto de sus vidas a la me­ditación y a peregrinar a los más sacrosantos san­tuarios.
En una ocasión, de camino a un templo Himalayo, el hombre vio en el sendero un fabuloso rubí. Con gran rapidez, colocó uno de sus pies sobre la piedra preciosa para ocultarla, pensando que, si su mujer la veía, tal vez surgiera en ella un senti­miento de codicia que pudiese contaminar su mente y retrasar su evolución mística. Pero la mu­jer descubrió la artimaña de su marido y con voz tranquila le comentó:
—Querido, me gustaría saber por qué has re­nunciado al mundo terrenal si todavía haces distinción en­tre un simple rubí y el polvo.

miércoles, 8 de febrero de 2012

LA CAJITA




Un día una niña vio que su padre había llegado muy malhumorado del trabajo. Entonces, esta niña, buscó una cajita vacía que tenía por allí guardada,  cogio el rollo de papel higiénico para hacerle un lazo y simular un papel de regalo.
El padre se enojó mucho más porque estaba desperdiciando el papel. La niña le quedó mirando y le preguntó y ¿no vas a abrirlo?.
El padre, para desahacerse rápido de su hija abrió la cajita, pero estaba vacía. Entonces la regañó más fuerte, diciéndole: Ya déjame en paz, se supone que si le regalas algo a alguien no puedes regalar una caja vacía.
La niña con lágrimas en los ojos le dijo: papito, no está vacía, le puse muchos besitos dentro.
El padre recuperó la calma, la abrazó y conservó la cajita hasta el último de sus días.

jueves, 2 de febrero de 2012

CUENTO DE TRISTEZA





Había una vez, una triste muchacha que miraba melancólica el fondo del acantilado en el que se reflejaba su tristeza, el amor añorado, la incomprensión del mundo que la rodeaba. Bajo un cielo gris que acompañaba su tristeza, dejaba atrás un mundo lleno de esperanzas, de alegría y de amor, se sentía utilizada, desvalida, estaba ya harta. Había enseñado sus cartas, había enseñado a los demás lo que escondía en lo mas profundo de su ser, había desnudado su amor, su ternura, su sensualidad, su bondad, su esperanza, no podía mirar mas atrás porque se sentía desnuda y utilizada por quienes conocen su interioridad mostrada sin tapujos. No quería volver la vista atrás, quería cambiar, ser mas fuerte ante los demás, quería evitar que su bondad y su ternura la traicionasen en un mundo hostil, incomprensivo e interesado que la rodeaba. No se daba cuenta que a la oscura noche le sigue el aterciopelado manto del amanecer y la calida luz del nuevo día que esta por llegar, que al triste gris de los nubarrones y la lluvia le sigue la claridad y el aroma del ozono lleno de vida evaporándose de la tierra feliz por haber sido alimentada.
En el fondo del acantilado rompían las olas contra las rocas llenas de furia, destruyendo la vida que encontraban a su paso. Pero atrás, a sus espaldas, se oía lejano el jolgorio de la vida, el suave aletear de la abeja posándose sobre la bella flor para absorber su néctar y llevar tras de si el polen de la vida a otro lugar en el que seria bien recibido y como muestra de su agradecimiento la próxima vez que volviera la deleitaría con otra bella flor, radiante y hermosa, con mas néctar jugoso y sabroso. La abeja lo sabía y vio de lejos a esa triste muchacha al borde del acantilado, pensativa, perpleja, triste. Se acerco a ella, se mostró insistente entre sus preciosos ojos que emitían el triste brillo que precede a una lágrima. Ante su molesta insistencia la joven por un momento dejo su mente en blanco ante la insolente insistencia de la abeja y por un momento fue como si la mente del pequeño insecto se interconectase con la suya. Volvió a escuchar tras de si el regurgitante sonido de la vida, el eco de las risas de la gente, la fiesta en la aldea y a lo lejos vio como el brillante sol resurgía esplendoroso detrás de las nubes en todo lo alto y borraba la sombría apariencia de la tormenta, se levanto y volvió tras de si, dejando atrás el acantilado y el sonido estremecedor de las furiosas olas al estampar contra las rocas. Se dirigió con paso firme y cabeza erguida hacia la aldea, llena de vida y de fiesta, decidida a seguir siendo como era, con sus pros y sus contras, a seguir aprendiendo de la vida y como andar por ella, pero nunca, nunca, volvería a arrepentirse de su bondad, de su sensibilidad, de su dulzura ni de su amor. Al penetrar por sus calles vio a un joven que intuitivamente la miro, resplandecía una luz de el como un aura, muy similar a la suya, se cruzaron, pero aun siguiendo caminos opuestos sus miradas se seguían manteniendo, quedaba el resto del día para seguirse conociendo.