Relax

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viernes, 25 de noviembre de 2011

EL GENIO





En la India, había una familia muy pobre que carecía de todo y pasaban muchas necesidades, mientras que a su vecino no le faltaba de nada y vivía en una casa magnífica rodeada de un esplendoroso jardín. La mujer del hombre pobre era bastante envidiosa y se preguntaba de dónde habría sacado los bienes su vecino, así que decidió espiarle y un día vio que el vecino daba tres palmadas y al instante aparecía un genio que llevaba una enorme espada en la cintura; el vecino le dio todo tipo de órdenes sobre el mantenimiento, limpieza y abastecimiento de la casa y el genio las cumplió de inmediato. La mujer volvió corriendo donde estaba su marido y le contó lo que había visto. "Tienes que pedirle que nos preste el genio, así tendremos de todo como él y dejaremos de pasar penalidades", le dijo entusiasmada.

El marido era un poco reacio, pero ante la constante insistencia de la mujer accedió a ir a hablar con el vecino. Llamó a la puerta y su vecino le abrió: "Hola, vecino, vengo a pedirte un grandísimo favor. Mi mujer ha visto que tienes un genio que te ayuda a realizar todas las tareas de la casa y que te consigue todo lo que le pides, nosotros no tenemos nada y pasamos muchas penurias, me gustaría que me prestaras una temporada al genio para así poder dejar de ser tan pobres y conseguir tener algunos bienes" le dijo con gran vergüenza.

El vecino le miró compasivo y contestó: "De acuerdo, te prestaré a mi genio, pero te advierto que no es tan fácil como parece. Cuando se invoca a este genio hay que estarle mandando hacer cosas constantemente, porque si no se hace así, se enfadará y con la gran espada que lleva a la cintura te cortará la cabeza; te lo advierto de nuevo, no es tan fácil como parece estarle mandando cosas constantemente, así que ten mucho cuidado. Mira yo me marcho de viaje y tardaré un par de días en volver, te lo dejo ese tiempo. Lo único que tienes que hacer para invocar al genio es dar tres palmadas y él aparecerá ante tí".

El marido volvió corriendo con gran alegría hasta donde estaba su esposa: "Mira, me ha dejado la jarra que contiene el genio y está a nuestra disposición mientras nuestro vecino esté de viaje. ¡Lo he conseguido! Dejaremos de ser pobres, tendremos de todo y nada faltará a nuestros hijos. ¡Qué alegría!".

La mujer estaba muy impaciente por empezar a pedir cosas y le dijo que invocara al genio de inmediato. El marido dio tres palmadas y al instante el genio apareció ante ellos entre una nube de humo, era impresionante por su gran tamaño, sus lujosas ropas y por la enorme espada que portaba a la cintura: "Hola mi amo, dime qué deseas" dijo el genio.

Tanto el esposo como la mujer se pusieron muy contentos de tener a su disposición al genio y comenzaron a pedir de inmediato: "Quiero que nos construyas una mansión espléndida", dijo la mujer.

El genio chasqueó los dedos y al instante apareció ante ellos una mansión magnífica, muy grande y vistosa. Los esposos se quedaron maravillados ante la belleza y esplendor de la mansión y comenzaron a dar saltos de alegría. "Ahora llena la mansión de estupendos muebles", continuó el marido. El genio volvió a chasquear los dedos y la mansión se llenó de unos muebles muy lujosos. "Ahora queremos buenos ropajes para nosotros y para nuestros hijos", este deseo también se vio satisfecho al instante y así sucesivamente con todo lo que iban pidiendo, todos su deseos eran cumplidos de inmediato.

Cuando el matrimonio y sus hijos estuvieron vestidos con muy buenas ropas e instalados en al mansión se les ocurrió pedir los más ricos manjares que se pudieran concebir para así poder comer hasta saciarse, cosa que nunca habían hecho.

"Bueno, genio, ahora déjanos un rato mientras comemos esta espléndida comida que nos has traído", dijo el marido; pero el genio se le quedó mirando fijamente y le dijo: "Mi amo, ¿qué más deseas ahora?". Al ver que no le decían nada, ya que estaban comiendo con avidez, el genio puso cara de enfado y comenzó a desenvainar muy lentamente su espada. El marido se puso pálido y comenzó a balbucear: "Espera, espera, ahora quiero que me hagas un magnífico jardín"; el genio chasqueó los dedos y el jardín estuvo construido al instante. Así que apenas pudieron disfrutar de la estupenda comida ya que tenían que seguir ordenado cosas al genio. Le hicieron construir un estanque y un riachuelo en el jardín, luego un puentecito sobre el riachuelo, pronto se les acabaron las ideas sobre qué pedir al genio, así que este volvió a enfadarse y comenzó a desenvainar la espada. Entonces le mandaron que deshiciera algunas de las cosas que había construido y luego que las volviera a construir porque ya no sabían que más mandarle. "Quita el puente del riachuelo, deshaz el estanque, vuelve a hacerme otro estanque mejor, cambia los muebles de la casa...", le mandaban ya casi con angustia por que todas las órdenes eran cumplidas al instante y no podían parar ni un momento ya que el genio se enfadaba y les amenazaba con su espada.

Al llegar la noche apenas pudieron dormir ya que tenían que turnarse para dar órdenes al genio y así siguieron de muy mala manera ya que el genio en seguida estaba presto a sacar la espada y cortarles la cabeza en cuanto dejaban de mandarle cosas constantemente.

Al segundo día ya no podían más y el marido acudió muy temprano a la casa del vecino para ver si había regresado. Llamó a la puerta y el vecino le abrió. "Tienes que ayudarle", le dijo angustiado, "no puedo más, el genio no me deja vivir, ni disfrutar de todo lo que me ha dado; ya no sé que más mandarle y en cualquier momento va a acabar cortándome la cabeza, estoy desesperado, no sé que voy a hacer".

El vecino le miró con comprensión y le dijo: "Te lo advertí, no es fácil estar dándole ordenes siempre; pero no te preocupes yo sé como dominar al genio".

Juntos acudieron a la casa del matrimonio y el vecino ordenó al genio: "Genio, construye un pozo en el jardín que llegue hasta el centro de la tierra"; el genio chasqueó los dedos y al instante el pozo estuvo construido. "Bien, ahora coloca un poste en el centro del pozo que también llegue hasta el centro de la tierra" y el genio lo hizo. "Muy bien, ahora quiero que subas y bajes por el poste hasta que yo te diga"; con lo que el genio se puso a subir y bajar por el poste.

El vecino se volvió hacia el hombre y le dijo "Ves, no era tan difícil dominar al genio, pero hay que saber cómo hacerlo y qué ordenarle". Éste suspiró aliviado ya que algo que en un principio había creído ser una cosa estupenda se había transformado en una angustia ya que varias veces había estado a punto de perder la cabeza.

Al cabo de bastante tiempo el genio llamó a su amo para decirle que estaba cansado de subir y bajar por el poste, y que si le dejaba volver a su jarra, él solo haría lo que le mandaran sin agobiar a su dueño y sin utilizar más la espada.


ESTO ES UN CUENTO PARA EXPLICAR LA MEDITACIÓN DE CONCENTRACIÓN EN LA RESPIRACIÓN:

EL GENIO ES NUESTRA MENTE Y NUESTROS PENSAMIENTOS, QUE SIN CONTROL NOS PUEDEN LLEGAR A HACER PERDER LA CABEZA YA QUE NOS RECLAMAN HACER ALGO CONSTANTEMENTE. EL POSTE Y EL POZO SON LA RESPIRACIÓN, DE MANERA QUE POR MEDIO DE CONCENTRAR NUESTRA MENTE EN LA RESPIRACIÓN PODEMOS LLEGAR A CONTROLARLA PARA QUE NO NOS VUELVA LOCOS; YA QUE SI LA CONCENTRAMOS EN LA RESPIRACIÓN EL TIEMPO SUFICIENTE LA MENTE ACABA CANSÁNDOSE Y SE RENDIRÁ DE MODO QUE LOGREMOS SER NOSOTROS LOS QUE DOMINEMOS A NUESTRA MENTE Y NO ELLA LA QUE NOS DOMINE A NOSOTROS...

jueves, 24 de noviembre de 2011

LA FELICIDAD




El concepto de felicidad es muy diferente de unas personas a otras y aunque hay cosas y sensaciones que pueden ser comunes, los gozos de unos pueden ser la pesadilla de otros; así, el escalador es feliz arriesgando su vida para vencer a la montaña mientras que una persona normal sentiría pánico por verse expuesta a esos riesgos.

Algunas personas son felices llevando una vida tranquila y segura mientras otras se mueren de aburrimiento si no hay en su vida cambios, novedades y fuertes excitaciones.

La felicidad depende más de lo que ocurre dentro que de lo que nos sucede fuera; de las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la vida.

Depende de todos los misterios que viven en el Bosque Mágico de tu Mente.

Dentro de tu mente lo tienes todo.
El Sol y la Luna, Las montañas y los valles.
Los colores del amanecer y las sombras de la noche.
La alegría de las cascadas y la niebla espesa que empapa el alma de nostalgias infinitas.

Si buscas dentro de tu mente, siempre encontrarás razones para ser feliz y también para permanecer en la tristeza.

Porque tu felicidad no depende de lo que haces ni tampoco de lo que tienes.
No depende de cómo sea tu cuerpo ni de que tengas más o menos dones.

Sólo depende de lo a gusto que estés
con lo que haces,
con lo que tienes,
con tu cuerpo
y con tus dones.

Básicamente, la Felicidad depende de que realmente quieras ser feliz y estés tan a gusto contigo mismo como para poder sentir todo el Amor de la Vida que te ha permitido existir.

EL TREN





Hace algún tiempo atrás, leí un libro
que comparaba la vida con un viaje en tren.
Una lectura extremadamente interesante,
cuando es bien interpretada.

La vida no es más que un viaje por tren:
repleto de embarques y desembarques, salpicado
de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.

No obstante esto no impide que se suban
otras personas que
serán muy especiales para nosotros.

De las personas
que toman este tren, habrá también
los que lo hagan
como un simple paseo

Otros que encontrarán solamente tristeza
en el viaje…

Y habrá otros que, circulando
por el tren, estarán siempre
listos en ayudar a quien lo necesite.

Muchos al bajar,
dejan una añoranza permanente…

Otros pasan tan desapercibidos
que ni siquiera nos damos cuenta
que desocuparon el asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros,
quienes nos son más queridos,
se acomodan en vagones distintos al nuestro.

Por lo tanto,
se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos.

Desde luego, no se nos impide
que durante el viaje,
recorramos con dificultad nuestro vagón
y lleguemos a ellos...

Pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.

No importa; el viaje se hace de este modo:
lleno de desafíos, sueños, fantasías,
esperas y despedidas... pero jamás regresos.

Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible.

Tratemos de relacionarnos bien con todos
los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor de ellos.

Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos…

Ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.

El gran misterio, al fin,
es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos,
mucho menos dónde bajarán
nuestros compañeros,
ni siquiera el que está sentado
en el asiento de al lado.

Me quedo pensando si cuando baje del tren,
sentiré nostalgia... Creo que sí.

Separarme de algunos amigos
de los que hice en el viaje será doloroso.

Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento,
llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción
de verlos llegar con un equipaje
que no tenían cuando embarcaron.

Lo que me hará feliz, será pensar
que colaboré con que el equipaje
creciera y se hiciera valioso.

Amigo mío, hagamos que nuestra estadía
en este tren sea tranquila,
que haya valido la pena.

Hagamos tanto, para que cuando
llegue el momento de desembarcar,
nuestro asiento vacío, deje añoranza
y lindos recuerdos
a los que en el viaje permanezcan.

A tí, que eres parte de mi tren, te deseo un...
¡¡¡Feliz viaje!!!

sábado, 19 de noviembre de 2011

EL COFRE





Hace muchísimos años, vivía en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacia ser un triunfador en todos los aspectos de su vida y que, por eso, se consideraba el hombre mas feliz del mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarlo para obtener el cofre, pero todo era en vano. Mientras mas lo intentaban, mas infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir. Así pasaban los años y el sabio era cada día mas feliz. Un día llego ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tu, también quiero ser inmensamente feliz. "Por qué no me enseñas que debo hacer para conseguirlo"? El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "A ti te enseñaré el secreto para ser feliz.

Ven conmigo y presta mucha atención. En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida".

El primer paso, es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al acostarte, debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda vencer: Este paso se llama autoestima alta.

El segundo paso, es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.

El tercero paso, es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tu las tuyas.

El cuarto paso, es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz, tú perdona y olvida.

El quinto paso, es que no debes tomar las cosas que no te pertenecen, recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana te quitaran algo de más valor.

El sexto paso, es que no debes maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera.

Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dales también a ellos el secreto para ser triunfador y que de esta manera, puedan ser felices"...

sábado, 12 de noviembre de 2011

LA LUNA




Ryokan, un maestro zen, vivía de la forma más sen­cilla posible en una pequeña choza al pie de una monta­ña. Cierto día, por la tarde, estando él ausente, un ladrón se introdujo en el interior de la cabaña, solo para des­cubrir que no había allí nada que pudiese ser robado.

Ryokan, que regresaba entonces, se encontró, con el ladrón en su casa.

- «Debes haber hecho un largo viaje para venir a visitarme», le dijo, «y no sería justo que volvieras con las manos vacías. Por favor, acepta mis ropas como un regalo».

El ladrón estaba perplejo, pero al fin cogió las ropas y se marchó.

Ryokan se sentó en el suelo, desnudo, contem­plando la luna a través de la ventana.

- «Pobre her­mano», se decía. «Ojalá pudiese haberle dado esta maravillosa luna»

miércoles, 9 de noviembre de 2011

AVARICIA




Un avaro enterró su oro al pie de un árbol que se alzaba en su jardín. Todas las semanas lo desenterraba y lo contemplaba durante horas. Pero, un buen día, llegó un ladrón, desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el avaro fue a contemplar su tesoro, todo lo que encontró fue un agujero vacío.

El hombre comenzó a dar alaridos de dolor, al punto que sus vecinos acudieron corriendo a averiguar lo que ocurría. Y, cuando lo averiguaron, uno de ellos preguntó:

- “¿Empleaba usted su oro en algo?”

- “No”, respondió el avaro. “Lo único que hacía era contemplarlo todas las semanas”.

- “Bueno, entonces”, dijo el vecino, “por el mismo precio puede usted seguir viniendo todas las semanas y contemplar el agujero”.

viernes, 4 de noviembre de 2011

EL ARROYO




El inquieto hijo de un rico mercader, se dirigía de nuevo a su hogar, después de licenciarse. Por el camino, parose a reponer fuerzas y se sentó junto a un arroyo serpenteante de aguas cristalinas y musicales. Observándolo, su imaginación le brindó la idea de que él era como aquellas aguas, que repicaban frenéticas contra las rocas de sus lindes sin saber adonde éstos las conducían. Su rumor, le pareció una queja desesperada de éstas, pues podían correr sólo con la velocidad que mandaba la pendiente, y sólo en el camino que marcaba su cauce.

Sus educadores habían llenado su cabeza de conocimientos. La aritmética aprendida habría de servirle algún día para llevar el negocio de su padre. El dominio del lenguaje lo había convertido en un buen orador capaz de expresarse con soltura. La lectura de los viejos sabios, le había proporcionado respuestas a cientos de problemas cotidianos, tanto triviales como complejos. El disfrute de las artes deleitaba sus sentidos enriqueciendo su alma. Y sin embargo, allí, absorto en aquel pensamiento, se sintió como aquel pobre arroyo, acaudalado en conocimientos y a la vez preso de un cauce. Y decidió entonces que no quería ser como él, decidió que quería ser como una corriente en el océano. Libre de cauce y pendiente. Libre para viajar con el rumbo y la velocidad que solo él decidiera.

Tomó de nuevo camino, pero sin dejar esa idea atrás. Y empezó a preguntarse que era lo que le podía faltar en lo aprendido para dejar de ser arroyo y convertirse en corriente. Llegó a casa cuando el sol ya tocaba tierra por el oeste, y ni siquiera la fatigosa jornada de viaje había borrado esta pregunta de su mente. Al despertar al día siguiente, se dispuso a visitar a su amado padre. Por el camino hacia el salón donde éste le esperaba impaciente, notó en todo sirviente con el que se cruzó, un ademán de respeto desconocido. Todos lo saludaron con su nombre, y no con el tratamiento que se solía dar a los jóvenes ricos por aquellos lugares. Aquello le hizo sentirse incómodo de tal manera, que fue inclinándose ante cada uno ellos diciendo; - No merezco tal honor, soy arroyo y no corriente, tan solo arroyo. Los sirvientes sonreían por tal ocurrencia, sin tener, por supuesto, remota idea de a qué hacía referencia su joven amo. Y su confesión, aunque incomprendida, le hizo sentirse bien. Y empezó a correr, repitiéndolo sin cesar en voz alta;

- "¡Soy arroyo y no corriente!"

El abrazo de su padre también le resultó extraño, lejos de sentirlo carente de afecto, le pareció solemne y ceremonial.

- "¿Qué pasa padre?. Preguntó el joven con sorpresa. ¿Por qué tu abrazo no es el de siempre?"

- "Es el orgullo que me provocas hijo, que no me deja apretar más los brazos", respondió el padre visiblemente emocionado. "Ayer me visitó el Gran Maestro, y me dijo que tú eres el elegido este año. Irás a conocer al Viejo Sabio."

Era tradición en aquella tierra, que los maestros escogieran, de entre sus discípulos licenciados, aquel que consideraran había aprovechado con más éxito sus enseñanzas. El premio era ir a conocer al Viejo Sabio. Maestro de maestros, erudito entre eruditos, se decía que si una pregunta tenía respuesta, él la conocía.

Marat, que así se llamaba el joven, vio en este honor la oportunidad de conocer la solución a la cuestión que se había instalado en su corazón, desde su alto en aquel arroyo. Sin perder tiempo se dispuso entusiasmado a emprender su viaje, el Viejo Sabio vivía a más de tres días de camino, en La Montaña De Los Pensadores. Donde antes que él, habían morado importantes sabios desde tiempos perdidos ya para la memoria de su pueblo.

Al llegar al lugar donde vivía el anciano, le sorprendió que éste vivía en una modesta choza rodeada de un magnifico jardín, como jamás había contemplado. La puerta estaba abierta, y el joven se aventuró a atravesar el umbral sin pedir permiso. El Viejo Sabio estaba sentado junto a un fuego en el que estaba calentando una tetera.

El Joven hizo una reverencia saludando respetuosamente y esperó a que el maestro le contestara. Éste parecía de lo más corriente, ni siquiera su ademán le pareció el de alguien a quien se le atribuía tanta sabiduría.

- "Y dime muchacho, ¿te apetece una taza de té? Debes estar agotado de tu viaje", espetó el anciano.

Marat aceptó el ofrecimiento, y alentado por el maestro pasó a relatarle como aquel arroyo le había sugerido la idea de que su educación le parecía incompleta, pues se sentía que ésta no le confería la cualidad de alcanzar nada nuevo. Que sólo daba solución a lo conocido, y que se sentía limitado por ella. Que él quería ser libre como una corriente en el océano. Y que daba gracias por haber tenido el gran honor de poder visitarle, pues confiaba en que un gran sabio como él le diría qué le faltaba para lograr su deseo.

El anciano se incorporó y anduvo unos pasos hasta colocarse frente a la ventana desde donde podía contemplar su jardín.

- "Este bello y armonioso jardín es creación mía", dijo. "Cada brizna de hierba está plantada con estas manos cansadas. Aunque crezca bañada por el sol y regada por la lluvia, yo siempre la mantengo a la medida que quiero. He levantado cada roca que decora este jardín y la he colocado exactamente donde deseaba. Si alguna de ellas me pareció no estar en armonía, la he hecho añicos para eliminarla. Antes de plantar ni un solo árbol o planta, arranqué todas las malas hierbas. Y sigo arrancándolas cada día aunque insistan en rebrotar. Obsérvalo bien, no hay nada en él dejado al azar. Es tal y como lo imaginé cuando todo esto era apenas un desierto yermo. Incluso el canto de los pajarillos que ahora lo habitan, estuvo primero en mi mente. Es tal y como yo quiero que sea."

Marat estaba maravillado observando aquel hermoso jardín y escuchando las palabras de aquel anciano, de quien esperaba la solución a su problema.

- "Nada más te enseñaré hoy", sentenció el anciano. "Si realmente quieres obtener la respuesta, deberás aprenderla por ti mismo, pues así tendrá un efecto que no tendría si la obtienes de mis labios. Si realmente la quieres, disponte a pagar el precio que vale."

El joven estaba decidido a obtener lo que había venido a buscar.

- "Estoy dispuesto a pagar el precio, Maestro", dijo con determinación. "Sepa que mi padre es un comerciante muy rico, y acepte el hermoso corcel que me ha regalado para hacer este viaje, como adelanto por sus enseñanzas."

- "No seas necio", dijo el sabio, "el precio lo pagarás tú y no tu padre. Monta tu caballo tomando dirección al norte, y cuando hayas cruzado el río desmonta en la primera pradera que encuentres, libéralo de toda carga y siéntate a esperar. No pierdas ningún detalle. Sí joven, lo primero que tienes que aprender, te lo enseñará un caballo. Luego vuelve, la segunda lección te la dará el río."

Las primeras praderas estaban apenas a media jornada de camino. Cuando Marat llegó hizo lo que le había demandado su maestro. El caballo estaba tranquilo, y permaneció junto a él toda la tarde. Primero sereno. Luego empezó a trotar, trazando pequeños círculos al rededor de su amo, en los que iba cambiando de dirección, cada vez con más frecuencia. A continuación, los círculos empezaron a hacerse más y más grandes. Finalmente, hizo un relincho vigoroso, y desapareció al galope en la llanura.

Invadido por la duda, lo primero que pensó el joven, fue que si había aprendido algo, era una forma estúpida de perder un valioso corcel. En ese momento estuvo a punto de renunciar a su meta en la primera dificultad. Afortunadamente para él no lo hizo. La renuncia devalúa la madera de la que estamos hechos, y entrega algo de nosotros, que como todo lo de valor, es fácil de perder y costoso de recuperar.

El fervoroso deseo de obtener su propósito, le hizo recordar las palabras del anciano: “No pierdas ningún detalle”.

El joven cerró entonces los ojos, y reprodujo en su imaginación, cada uno de los movimientos de su caballo. "¡Claro!", pensó. "El caballo no fue libre cuando yo corté sus riendas. El caballo fue libre cuando se supo libre."

Contento por saberse victorioso en la primera prueba, el joven emprendió el camino de vuelta. Al llegar al río, cayó en la cuenta de que lo había cruzado a caballo, y que ahora a píe, los rápidos y la profundidad se lo impedirían. Creyó que la solución estaría en vadearlo en otro lugar, pero si se dirigía al nacimiento, pronto encontraba un enorme salto, y si se dirigía a la desembocadura, cada vez se hacía más rápido y profundo.

El aliento que le había conferido su primera victoria, lo llenó de coraje y saltó al agua. Tras las primeras brazadas vio como la orilla de enfrente se desplazaba a gran velocidad. Sintió tanto pánico, que volvió hacia atrás, saliendo del agua unos cuantos metros en dirección a la corriente.

- "Nunca cruzaré el río. Las patas de mi caballo eran fuertes, pero a mí, a mí me arrastrará hasta que pierda el fuelle, y acabaré ahogándome", se dijo desesperado.

Hizo noche en el río, pensando en abandonar y volver a casa.

- "Pero, ¿cómo?. Mi casa está al sur y para renunciar, también se hace preciso vadear el río."

Llevado por su entusiasmo, no se había percatado de que el viejo zorro lo había puesto en una tesitura sin elección.

La mañana siguiente, era como cualquier otra mañana de verano en aquellos lugares. El viento soplaba tenuemente moviendo la vegetación. Los animalitos continuaban con su despreocupada vida, y el río seguía allí, ignorando que fuera un problema para nadie. Fue entonces y sólo entonces, cuando Marat entendió que aquel río, era profundo y rápido sólo en su interior. Así que se sentó frente a él, cerró los ojos, y empezó a imaginarlo como aquel arroyo que, en cierta manera, le había conducido hasta allí. Y fue allí, en su interior, donde lo diseñó en calma y sin peligro. Luego trazó la línea recta que lo conducía hasta la otra orilla, y al abrir los ojos, cayó en la cuenta de que había nadado distancias como aquella cientos de veces. Que la velocidad del agua no debía preocuparle si no luchaba en su contra, y que si en su nado seguía aquella línea que había trazado en su mente, sólo tenía que dar una brazada después de la otra.

Volvió a saltar al agua, pero esta vez con los ojos cerrados. Los abrió cuando tocó las rocas de la otra orilla mucha distancia aguas abajo. En aquella majestuosa mañana de verano, un simple río le había enseñado que hay fronteras, que sólo son tales si así las vemos en nuestros corazones.

Eufórico, Marat tomó camino hacia la morada del Viejo Sabio. Y al llegar, encontró sólo una choza abandonada y polvorienta en medio de una llanura yerma. Donde imaginó un bello jardín, del que arrancó la hierba del rencor, y también la de la ofensa y la injusticia. Y las siguió arrancando cada mañana. Donde rompió en pedacitos la roca de los miedos y la desesperanza. Donde plantó el árbol de la prosperidad, y también el del amor. Donde dejó de sentirse arroyo, donde fue corriente.